Tan desprestigiada está en México y el mundo la palabra “privatización” (ya sabemos del fracaso y la corrupción resultantes de la privatización de los bancos, de Telmex o de las carreteras) que el gobierno espurio de Felipe Calderón no tuvo el valor de llamar a las cosas por su nombre y ahora dice que su reforma en materia petrolera no busca la privatización de Pemex. Nada más falso. Si le quitamos a Pemex la facultad exclusiva, como señala la Constitución, de explotar toda la cadena productiva y le entregamos a particulares la exploración, extracción y refinación del crudo, la petroquímica, el transporte y el almacenamiento del petróleo y sus derivados, ¿estamos o no privatizando? ¡Claro que sí! Ahora resulta que los neoliberales privatizadores también nos quieren ver la cara de tontos.
La consecuencia inmediata de la posible aprobación de la llamada “reforma energética” sería desastrosa para la nación y para la mayoría de los sectores sociales que la integran. En primer lugar, significaría una grave pérdida de soberanía, ya que al entregar la parte estratégica de la cadena productiva de Pemex a manos extranjeras, éstas quedarían en capacidad de subordinar nuestra riqueza petrolera a sus necesidades, particularmente de Estados Unidos y su política belicista y despilfarradora. Pero no sólo en ese aspecto habría pérdida de soberanía: la entrada de esas compañías vendría asociada a la llegada de sus “ejércitos privados”, también subordinados a la CIA y al Pentágono, tal como viene pasando en Iraq o Colombia y como se esboza en el llamado “Plan México”.
En segundo lugar, significaría un auténtico “golpe de Estado constitucional”, ya que por medio de una reforma a una ley secundaria, se estaría trastocando todo el contenido de los artículos 25, 27 y 28 constitucionales en materia petrolera y de toda la historia que les dio origen.
En tercer lugar, implicaría un grave deterioro en el nivel de vida de millones de mexicanos, ya que al ceder Pemex parte de la renta petrolera a particulares, el Estado dejaría de percibir 40 por ciento de sus ingresos y lo obligaría a reducir el gasto social o a aumentar los impuestos de los trabajadores.
En cuarto lugar, las propuestas del gobierno espurio están diseñadas para hacer más discrecional el manejo de Pemex, legalizar concesiones ilícitas a empresas nacionales y extranjeras y profundizar la corrupción sindical.
Finalmente, constituiría un golpe mortal al desarrollo científico y tecnológico de México en materia petrolera, ya que personal y tecnología de empresas extranjeras vendría a sustituir a científicos y técnicos mexicanos, significaría el cierre del Instituto Mexicano del Petróleo y la contracción de disciplinas universitarias como las de ingenieros petroleros, geólogos, geofísicos, etc.
Es por estas razones que amplios sectores de la sociedad están en proceso de convergencia para evitar lo que constituiría el verdadero “robo del siglo” y el regreso a las peores épocas del coloniaje imperialista sobre México. Sindicatos, organizaciones campesinas y sociales, estudiantes, intelectuales, sectores de la clase política y militar, pero sobre todo el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo que encabeza Andrés Manuel López Obrador, se están movilizando para tratar de impedir la consumación de este crimen. La toma de tribunas parlamentarias impidió la aprobación apresurada de estas reformas y obligó a la celebración del actual debate legislativo. Ahora este debate abarca todos los espacios de la vida nacional y la convocatoria a una Consulta Nacional para el próximo 27 de julio constituye un poderoso indicador de que el gobierno no la tiene fácil y de que existen amplias posibilidades de derrotar la propuesta gubernamental.
La realización de la Consulta Nacional del 27 de julio posee importancia histórica. Como bien señala la compañera Rosario Ibarra, existen decisiones políticas fundamentales que hacen a cada Constitución y que reflejan un pacto social histórico, que no pueden modificarse por votaciones de mayorías coyunturales o circunstanciales; es necesario el voto mayoritario del pueblo para modificarlas.
El precedente y significado de la opinión expresada por el pueblo el próximo 27 de julio serán, sin duda alguna, definitivos en la determinación del curso de nuestra nación en el próximo periodo. Una respuesta débil o contraria reforzará la ofensiva derechista en contra de los intereses nacionales, de las conquistas de la clase trabajadora, de las libertades democráticas y de nuestro nivel de vida. Por el contrario, una respuesta masiva a la Consulta que rechace la iniciativa privatizadora de Pemex evidenciará la ilegitimidad del grupo gobernante y servirá de poderoso acicate para los sectores que participan en la resistencia a la ofensiva neoliberal.
Si a pesar del rechazo popular, el grupo gobernante insiste en utilizar su mayoría para aprobar la reforma, estaremos ante una confrontación que pondrá a la orden del día la necesidad de realizar un Paro Nacional que no podría tener otro objetivo que el de impedir, a toda costa, la implementación de tal reforma.
Ante este escenario, los socialistas no tenemos ninguna duda en aportar nuestros modestos esfuerzos, sin sectarismo ni pretensiones mesiánicas, a la lucha por la defensa del principal patrimonio de la nación: el petróleo. Ello tampoco significa una integración subordinada y acrítica a dicho movimiento; proponemos la creación de un movimiento más amplio e incluyente, en donde las organizaciones sociales (sindicatos, Diálogo Nacional, agrupamientos democráticos, estudiantes, etc.) sean tomados en cuenta al igual que las organizaciones políticas. Proponemos la creación de un “movimiento de movimientos” que tenga la capacidad de imponer una nueva hegemonía a la barbarie neoliberal.
Además, sostenemos que el debate sobre el destino y uso del principal energético utilizado en México y el mundo debe abordar otros aspectos fundamentales que, hasta ahora, no han encontrado el debido interés.
1. El fin del petróleo barato y el sostenido crecimiento de los precios empuja al mundo hacia una nueva crisis global. Los patrones de producción, distribución y consumo basados en la irracional quema de combustibles fósiles están conduciendo al mundo hacia una catástrofe ecológica (“calentamiento global”). Ambas crisis y la intención de sustituir el petróleo por agrocombustibles contribuyen a encarecer los precios de los principales productos agrícolas y amenazan con hambrunas de proporciones bíblicas, algunas de las cuales ya son visibles en países de África y el Caribe. Los socialistas, totalmente comprometidos con una visión ecologista consecuente, proponemos iniciar acciones para la sustitución de los combustibles fósiles por energías alternativas, la eliminación de toda práctica productiva depredadora y la expropiación de las trasnacionales de la energía y de la alimentación, cuya actividad especulativa es, en gran medida, responsable de las mencionadas crisis.
2. Ahora que los principales países productores de petróleo —Arabia Saudita, Irán, Rusia, Venezuela, Noruega— se lanzan a recuperar este bien estratégico para utilizarlo como poderosa palanca del desarrollo nacional y de negociación, el gobierno espurio se encamina a una estúpida política entreguista. Ante este absurdo, los socialistas mexicanos hacemos un llamado para que el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo vea más allá de “nuestras fronteras nacionales”. Es posible, incluso necesario, utilizar el arma del petróleo como elemento para alcanzar mejores relaciones comerciales entre los países productores, generalmente atrasados, y las metrópolis imperialistas. Ello requiere de la incorporación de México a la OPEP —de la cual hemos sido esquiroles en beneficio del imperio yanqui— y de la búsqueda de la integración energética con nuestros hermanos del resto de América Latina y el Caribe.
3. Proponemos una revolución fiscal que ponga fin al no pago de impuestos por parte de los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Es fundamental exigir un fuerte impuesto progresivo, que grave hasta 40 por ciento de las ganancias del capital, para liberar a Pemex de la severa carga fiscal que le impide realizar las inversiones necesarias para dejar de exportar petróleo crudo en lugar de sus derivados. Ello redundaría en un sustancial incremento en el ingreso de divisas que compensaría una gradual reducción de la explotación petrolera a fin de garantizar el consumo de las generaciones futuras, forzar el desarrollo de tecnologías alternativas y reducir los peligros del calentamiento global.
4. Consideramos que debe fincarse responsabilidades penales en contra de todos aquellos que han participado en el otorgamiento de ilegales contratos de Pemex a particulares, en los actos de corrupción cometidos en su contra, así como realizar una auditoria a la deuda llamada Pidiregas antes de ser asumida por el Estado.
5. Los socialistas nos sumamos a diversas iniciativas provenientes de trabajadores petroleros democráticos, del Sindicato Mexicano de Electricistas, de investigadores y de sectores nacionalistas que pugnan por la integración de Pemex en una sola entidad vertical, por el aprovechamiento de los excedentes petroleros para su fortalecimiento inmediato, por concebir la electricidad y el petróleo como asuntos de seguridad nacional y por lograr la plena complementación con el sector eléctrico.
6. Nos declaramos incondicionalmente del lado de los trabajadores petroleros en la defensa de su empleo y de su Contrato, pero también por impulsar la plena democratización e independencia de su sindicato y la expulsión de la mafia que lo mantiene secuestrado y al servicio del gobierno.
México D.F. a 28 de junio de 2008
¡Todos y todas a la Consulta Nacional del 27 de julio!
¡Unamos todas las resistencias en contra del neoliberalismo!
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