5.28.2008
La reforma petrolera sacude la geografía política del país
En la Plaza de la Constitución, cientos de ciudadanos observaron el quinto foro de debate sobre la reforma petrolera
Dadme una iniciativa y destruiré la geografía política del país. ¿No eran Carlos
Salinas y los salinistas aliados de Felipe Calderón? En este tema no. Petróleos Mexicanos (Pemex), su pretendida reforma, sacude la geografía política del país. Aquí está, prueba viviente, Francisco Rojas, hermano de Carlos (¿uno contribuía a hacer los pobres y el otro los redimía?), para decir que las iniciativas calderonistas son “anticonstitucionales”. Y están también, en la planta alta, los asesores de la secretaria de Energía, Georgina Kessel –maestra del Presidente de la República–, afinando tarjetas para los legisladores del PAN.
Sí, el PRIAN de ayer sacudió al país, vía reformas constitucionales, asuntos torales como las relaciones Estado-Iglesia y el ejido. Pero el petróleo desdibuja y complica la nueva coalición parlamentaria, el ANPRI, digamos, para establecer jerarquías.
Foro vacunado
Rojas comparece en su calidad de presidente de la Fundación Colosio y suelta su retahíla contra las iniciativas: carecen de visión de largo plazo, pretenden modificar la Constitución vía leyes secundarias, condenan a Pemex a ser “monoexportador de crudo y administrador de contratos”, van a contrapelo de la tendencia mundial que afianza el “nacionalismo petrolero”.
También traza agenda Rojas, una vacuna, dice, para que al finalizar los debates no digan que sólo hubo críticas y nunca propuestas.
Nada de eso importa sino su trayectoria, sus decisiones como jefe de la paraestatal. Nada. Ni a él. “Debemos recuperar la seguridad energética que hemos perdido debilitando deliberadamente a Pemex”, dice, en el mismo foro donde han machacado hasta el cansancio que ese debilitamiento viene de los recientes 20 años, que incluyen su mando en la paraestatal.
Se suelta el diputado panista Luis Alonso Mejía: “Usted no sólo fue partidario de la privatización, sino que además la impulsó basándose en leyes secundarias que ahora impugna”. Dicho de otro modo: ¿por qué el PRIAN pudo hacer lo que ahora buscan impedirle al ANPRI?
Con las tarjetas de los asesores de Energía, el diputado es pródigo en detalles sobre el papel de Rojas en la alianza con Mex Lub para la producción de aceites y en la compra por Pemex de acciones de una refinería en Texas.
“Si ambas son actividades vinculadas a la refinación, ¿con qué base constitucional se realizaron estas inversiones, según usted ahora privatizadoras?”, preguntan las tarjetas del diputado.
Los datos que ofrece el tamaulipeco Mejía –experto en “reparación de licuadoras”, según el alcalde priísta de Tampico– muestran que los foros en curso han sido de mucha utilidad. Mejía cuestiona con datos duros a Rojas, cuando apenas en abril aseguraba que el PRI y el PAN (ANPRI) iban juntos en la reforma, y definía mejor que nadie el concepto de privatización: “Los pocos (se refería a los legisladores) que aún están con (López) Obrador siguen con la idea de que se quiere privatizar, lo cual no es cierto, lo que se busca es invitar a participar a empresas privadas e inviertan en tecnología de perforación.”
Rojas, quien espera que los debates no sean sólo un ejercicio retórico, ve ahora que por lo menos ya son un ejercicio didáctico.
Y en esa línea Rojas explica que la inversión en Deer Park, Texas, se dio en el contexto de la competencia con la venezolana Pdvsa, que nos comía el mandado; y que al mismo tiempo el consejo de administración de Pemex autorizó meter más recursos a las refinerías nacionales, sin lograr nunca que la Secretaría de Hacienda los liberara.
Aporta más datos, ya entrado en gastos: “En aquella época pudimos habernos quedado (Pemex) con Repsol y no haciéndolo al revés, como lo han hecho ahora, con los contratos del gas.”
Resume Rojas: “La única diferencia de aquella época y ahora es que todas estas áreas no tenían nada que ver con las áreas estratégicas de Pemex. En cambio ahora sí estamos hablando de las áreas estratégicas cuando se quiere transferir la renta petrolera en la exploración y desarrollo, y en la refinación, transporte y almacenamiento de ductos.”
El Nobel y el sindicalista
Lo que Alfred Nobel no da, Xicotencátl non presta.
“La atmósfera se nos agotará antes que el petróleo”, dice, para decirlo rápido, Mario Molina, premio Nobel de Química en 1995 y experto más que en petróleo en asuntos que atañen al cambio climático.
Si el observador se guía por lo que sucede en el patio del Senado, y por el interés que despierta la intervención del doctor multipremiado en los portales de Internet, la ponencia del Nobel no provoca mayor interés que otras.
Quizá importa más lo que Molina no dice, es decir, los elogios que no pronuncia a las iniciativas o la dimensión que le concede: “La iniciativa no representa una reforma energética integral a largo plazo como la que realmente se requiere para enfrentar con éxito los desafíos económicos y ambientales que hoy se nos presentan.”
Molina tiene sus temas, y en esa ruta insiste en las tecnologías alternativas que ahora parecen tan lejanas. Eso sí, cuando habla del etanol dice en forma tajante que no debe producirse nunca a costa de los alimentos.
Y aunque no es lo suyo, Molina pone dos condiciones para rescatar Pemex: que esté mejor administrada y libre de corrupción.
Habla otro lenguaje Martín Esparza, secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas, incapaz de dejar el tono mitinero, pero dice sus verdades: el gobierno tiene los mismos argumentos de las compañías extranjeras expropiadas en 1938, y los reformadores son “cínicos, aunque los juristas les llaman anticonstitucionales”.
Va a lo suyo: al afán de culpar a los trabajadores de las fallas que derivan de la falta de inversión, para de ahí pretender conculcar sus derechos laborales.
Y suya es también la enumeración y descripción de la creciente injerencia de los privados en la generación de electricidad, que ha significado la creación de un sistema paralelo.
Los cuatro modelos de Barnés
El ex director del Instituto Mexicano del Petróleo y ex rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Francisco Barnés de Castro, pone sobre la mesa cuatro “modelos” para Pemex:
El primero, contratos de riesgo: una empresa extranjera opera en aguas profundas y obtiene un millón de barriles. Aportaríamos, dice, 20 mil millones de dólares extras al fisco y “sacrificando” 8 mil millones que se llevaría la trasnacional (el valor de una refinería). Inaceptable, califica.
El segundo modelo: comprar en el exterior lo que no producimos y con ello transferir renta petrolera. Hoy compramos, agrega, 20 mil millones de dólares en petrolíferos (sólo 4 mil millones menos de las remesas que enviaron los migrantes en 2007).
Tercer modelo: “Vender o transferir al sector privado los bienes públicos, a un precio por debajo del mercado.” Esto ya ocurre, explica Barnés, con los subsidios a gasolina y diesel: “Me parece una posición muy poco nacionalista transferir 20 mil millones de dólares al sector privado y propiciar el despilfarro; propiciar un consumo mayor.”
El cuarto y último modelo que sugiere lo basa en una propuesta de Francisco Rojas, sólo que con las refinerías en México, para refinar 600 mil barriles, con socios privados. “¿Cuál es el modelo que queremos seguir?”, pregunta Barnés, el rector renunciante de la huelga universitaria, en el remate.
Conviene Rojas, al menos en parte: “Se puede contratar, con terceros, como siempre la iniciativa privada ha sido bienvenida y aquí podrían participar, la construcción de las refinerías”.
Los panistas y sus tarjetas no cejan. Jorge Ocejo interpela al embajador Jorge Eduardo Navarrete, subsecretario de Energía en el sexenio de Ernesto Zedillo, época en que se hicieron reformas legales para que algunas áreas de la refinación no fueran ya exclusivas de Pemex.
Las iniciativas actuales proponen excluir también transporte, almacenamiento y distribución. Pregunta en consecuencia Ocejo: “¿Por qué ante una reforma prácticamente igual, usted no está de acuerdo?”
En la quinta caída, en la cual buena parte del tiempo la consumen las fuentes alternativas de energía, Navarrete responde: “Fue un experimento fallido y la gran diferencia es que no incluyó participar en la extracción y explotación del gas natural, y el actual proyecto de reforma sí incluye, por la vía de contratos, participar en la exploración y la explotación de petróleo, por eso no son iguales.”
Y todo esto porque Jesús Reyes Heroles hijo, director de Pemex, quien sí quería la reforma constitucional, perdió la batalla interna en el gabinete de Felipe Calderón.
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